El derroche de recursos públicos y la opacidad en el manejo de fondos son males endémicos que corroen la confianza en la clase política. Sin embargo, cuando estas prácticas se llevan al extremo, como en el caso del Gobernador Samuel García y su afición desmedida por las placas conmemorativas, la indignación ciudadana alcanza niveles estratosféricos.
Samuel García Gasta 20 mdp en Millones
La reciente revelación de que García ha gastado más de 20 millones de pesos en la adquisición de placas y tótems para “conmemorar” proyectos inexistentes o, en el mejor de los casos, aún en proceso, deja al descubierto una gestión marcada por la frivolidad y la falta de escrúpulos.
Bajo el pretexto de celebrar el bicentenario de Nuevo León como estado, Samuel García ha desplegado una campaña desenfrenada de autobombo, marcada por la colocación de su sello personal en obras tanto terminadas como en curso, en un claro intento de capitalizar políticamente cada centímetro cuadrado del territorio.
Lo más alarmante es la falta de transparencia que rodea a este despilfarro. A pesar de los insistentes pedidos de información, el Gobierno del Estado se ha negado a rendir cuentas sobre el gasto exorbitante destinado a estas placas y tótems, sumiendo a la ciudadanía en la oscuridad y el desconcierto.
Proyectos y Promesas Incumplidas
¿Qué justificación puede ofrecer Samuel García para dilapidar el dinero de los contribuyentes en objetos tan superfluos como placas conmemorativas, cuyo único propósito parece ser engrandecer su ego y su imagen pública? ¿Acaso la verdadera conmemoración no debería consistir en el cumplimiento efectivo de las promesas de campaña, en lugar de derrochar millones en símbolos vacíos de significado?
La indignación se intensifica al conocer los detalles del contrato millonario otorgado a un único proveedor, sin un proceso de licitación transparente que garantice la competencia y la eficiencia en el uso de los recursos públicos. ¿Cómo es posible que en medio de una crisis económica y social, el gobierno se permita el lujo de malgastar millones en caprichos personales?
Además, la distribución arbitraria de estas placas y tótems revela una gestión improvisada y carente de criterio. ¿Qué sentido tiene colocar estos símbolos en obras concluidas hace años, o incluso en edificios privados, sino el afán desesperado de García por dejar su huella en cada rincón del estado?
Es hora de que la ciudadanía exija cuentas claras y consecuencias para quienes dilapidan el dinero del pueblo en vanidades personales. Samuel García y su gobierno deben rendir cuentas por este despilfarro obsceno y poner fin a esta farsa de las placas, que solo sirve para enriquecer su ego a costa del erario público.