El expresidente de Estados Unidos y actual mandatario en funciones, Donald Trump, volvió a arremeter contra una de las mayores empresas tecnológicas del mundo, colocando aranceles a Apple. En un mensaje publicado este viernes en su red social Truth Social, el líder republicano advirtió que impondrá un arancel del 25 % a los productos de la firma de Cupertino si no traslada su producción a suelo estadounidense.
La amenaza de Trump ha tenido consecuencias inmediatas. En cuestión de horas, las acciones de Apple registraron una caída superior al 3 % en las operaciones electrónicas previas a la apertura de la Bolsa de Nueva York, evidenciando el nerviosismo del mercado ante la posibilidad de una nueva escalada proteccionista.
Estas declaraciones no solo reactivan la tensión comercial entre Estados Unidos y las grandes corporaciones tecnológicas globales, sino que también refuerzan la línea dura del presidente respecto a su objetivo de reindustrializar el país, presionando para que empresas con sede en Estados Unidos trasladen toda su cadena de producción al territorio nacional.
Impacto inmediato de los aranceles a Apple
La reacción de los inversionistas fue prácticamente automática. Apple, una de las compañías más valiosas del mundo y un referente en los mercados bursátiles, vio cómo el valor de sus acciones se desplomaba más de un 3 % apenas minutos después de que Trump publicara su amenaza.
El temor de los accionistas no es infundado. Un arancel de esa magnitud implicaría un aumento considerable en los costos de importación para Apple, especialmente en productos clave como el iPhone, cuyo ensamblaje se realiza principalmente en plantas ubicadas en Asia, sobre todo en China e India. El incremento en costos podría trasladarse a los consumidores finales o bien impactar directamente en los márgenes de ganancia de la empresa.
Aunque la caída bursátil fue solo el primer reflejo, los analistas financieros advierten que, si la amenaza se concreta, el golpe podría extenderse a otros sectores relacionados, como el de componentes electrónicos, logística y manufactura internacional. De aplicarse este impuesto, el iPhone —producto insignia de Apple— podría encarecerse notablemente en el mercado estadounidense, afectando su competitividad frente a otras marcas.
Apple ya había anunciado inversión en EE.UU.
La tensión entre Trump y Apple no es nueva. En febrero de este año, apenas semanas después del regreso del expresidente a la Casa Blanca, Apple anunció una inversión histórica de 500 mil millones de dólares distribuidos en un plazo de cuatro años. El objetivo: establecer nuevos centros de manufactura de servidores y otros productos relacionados con el desarrollo de silicio dentro de Estados Unidos.
Ese anuncio fue recibido con entusiasmo por el mandatario, quien lo celebró como un logro de su estrategia para repatriar empleos y fortalecer el sector industrial estadounidense. Durante varias semanas, Trump reconoció públicamente a Apple como un ejemplo del compromiso que, según él, deberían asumir todas las empresas norteamericanas.
Sin embargo, la advertencia lanzada esta semana sugiere que el presidente considera insuficientes los avances de Apple y exige medidas más drásticas. Particularmente, demanda que todos los iPhones vendidos en territorio estadounidense sean fabricados y ensamblados exclusivamente en el país. De no cumplir esta exigencia, Apple se enfrentaría a un impuesto aduanal del 25 %, según lo declarado por Trump.
“Hace tiempo que informé a Tim Cook que espero que los iPhones vendidos en Estados Unidos se fabriquen aquí. No en India ni en ningún otro lugar”, escribió el presidente en su red social. El tono del mensaje no deja espacio a la ambigüedad: es una exigencia directa y con consecuencias económicas importantes.

Consecuencias de los aranceles a Apple
Además del impacto financiero inmediato, el anuncio de Trump llega en un momento de alta sensibilidad política. La administración busca consolidar una narrativa de defensa del empleo nacional y protección de la industria local, elementos clave en su estrategia electoral rumbo a las próximas presidenciales.
Imponer aranceles a Apple representa un arma de doble filo. Por un lado, refuerza su postura frente a votantes que reclaman más empleos en el país y una menor dependencia de Asia. Pero por otro lado, puede resultar impopular entre los consumidores si los precios de los productos aumentan de forma considerable. El iPhone, por ejemplo, se ha convertido en un bien esencial para millones de estadounidenses, y un incremento de precio podría generar rechazo.
Según estimaciones de la propia Apple, si se mantienen los aranceles actuales, la empresa asumiría un impacto de aproximadamente 900 millones de dólares tan solo en el próximo trimestre. Esta cifra no considera un escenario donde el impuesto suba al 25 %, como lo advirtió Trump, lo que ampliaría el efecto negativo en sus finanzas.
La medida también podría desencadenar una respuesta internacional. Países como China e India, donde Apple mantiene una parte importante de su producción, podrían considerar represalias comerciales o implementar medidas regulatorias que compliquen aún más el panorama de la compañía.
Contexto más amplio de la guerra comercial
Esta nueva amenaza se inscribe en una serie de acciones impulsadas por Trump desde su primer mandato, orientadas a modificar el equilibrio del comercio global. Bajo su gobierno, Estados Unidos aplicó tarifas a una amplia gama de productos importados, especialmente los provenientes de China, lo que generó una guerra comercial que impactó la economía global.
Aunque muchas de esas políticas fueron suavizadas o revertidas durante la presidencia de Joe Biden, el regreso de Trump a la Casa Blanca ha reactivado el enfoque proteccionista. Su discurso se ha centrado nuevamente en exigir a las grandes corporaciones que inviertan dentro del país, generen empleos locales y reduzcan su dependencia de cadenas globales de suministro.
Apple no es la única empresa bajo presión. Otras firmas del sector tecnológico y automotriz también han sido señaladas como objetivos de futuras medidas si no modifican sus estructuras de producción. Sin embargo, por su tamaño e influencia, Apple se convierte en un caso emblemático, con implicaciones directas tanto en la economía como en la percepción pública del gobierno.
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